05 julio 2008

Economista Moral


Las mismas personas que menosprecian la Lógica generalmente advertirán al lector contra la Economia Política. Es insensible, le dirán. Reconoce los hechos más desagradables. Por mi parte, lo más insensible que conozco es la ley de la gravedad: rompe el cuello de la persona más buena y más afable sin escrúpulos, si ésta se olvida por un momento de no tener cuidado. El viento y las olas también son muy insensibles. ¿Aconsejaría a los que van al mar que no tuvieran en cuenta el viento y las olas o, por el contrario, que los utilizaran y encontraran la forma de guardarse de sus peligros?
Mi consejo es que estudie a los grander autores de la Economía Política y se aferre firmemente a lo que encuentre de verdad en ellos; y esté seguro de que si usted no es ya egoísta o despiadado, la Economía Política no hará que lo sea.


John Stuart Mill

22 junio 2008

Castillos de Arena



Siempre me gustó la playa. Siempre, hasta que me hice adolescente y, entre otras imbecilidades, empezaron a molestarme los granitos de arena, los vertidos en el agua sucia, las colillas a medio enterrar...y preferí quedarme en el sofá a ver Las Gemelas de Sweet Valley. [¡ya ves tú!]

Pero de pequeñín me gustaba mucho [la playa]. Uno de mis mayores entretenimientos era construir castillos de arena. No es que se me diera bien, pero yo siempre le puse mucho empeño: mis castillos no eran artísticos pero sí robustos: con sus fuertes muros y su gran foso, la bandera [algun papelote de Calippo] permanecía inalcanzable al invasor. Cuando acababa uno, me ponía con el siguiente, ya más pequeñito [pues no era la Capital] y los interconectaba, y seguía hasta...

...a lo más tardar aquí llegaba el punto traumático. Nunca disfruté destrozando mis obras, y nunca lo hice. El agua hacía acto de presencia y derrumbaba parte de las conexiones, o medio castillo, y mi afán constructor debía esperar a la reparación del accidente..ay..pobre de mí, nunca conseguía retomar mi obra: a partir de aquí todo era frustración, llantos y pataletas en un fallido intento por conservar los castillos del Reino. Uno tras otro caían bajo el yugo marino, y las reconstrucciones sobre arena mojada no eran sinó como los últimos coletazos del Imperio Romano antes de desaparecer.

Quizá por esto nunca fui nacionalista. Ningún Castillo perdura eternamente.