Estación de San Andrés Condal, Barcelona. 19.34. Llovizna y frío.
Los pasajeros bajan del tren destino Granollers y se amontonan pacientemente en el andén, a la espera de su turno para ascender por la escalera hacia el puente. Los más lentos se posicionan a la derecha, mientras el carril izquierdo queda libre a los briosos. Suena el cierre de puertas del tren.
Un negro acelerado se precipita sobre el andén desde la escalera, presto a coger el tren. Pese a no ser alto, su embergadura imponente, que asemeja un Marcellus Wallace samoano, le hace dificil avanzar entre el populacho. Repentinamente, alguien le barra el paso, produciéndose una colisión; Yusuf, horondo moro barbado, no se deja amilanar por un extraño, y no aparta su camino.
El samoano tropieza, y queda encarado con el árabe. Miradas violentas. El primero mascuya un sonido gutural, algo así como "¿qué pasa contigo?" cuya contestación no es sino un rugido "uuuh" del berebere.
Ipso facto, cual Zidane enfadado, le propina el negro un cabezazo. Chorrea sangre la nariz. La cena está servida.
Empieza un baile de derechazos, mientas futilmente un amigo del árabe intenta separarlos. Le abofetean la cara. Hay tortas para todos.
La gente empieza a apartarse con temor. Se embisten con fiereza, y el hombre de ébano da con sus huesos contra el tren, que aún no ha partido, mientras su maletín cae raudo a la vía, arrojando papelajos por toda la estación. Tras reponerse, Marcellus vuelve a la carga con su testa, sin duda su mejor arma ...tras varios guantazos y empujones, empieza el tambaleo macabra, propio de púgiles o animales heridos. Caen un par de viejas al suelo, y la gente intenta refugiarse de la trifulca tras la escalera. Alguien grita "seguridad". Nadie repara en las viejas. Los gritos se hacen populares, y se distingue un "te voy a matar" ... las viejas siguen en el suelo.
Otro minuto de caricias, y llega el Cuerpo de Servicio, porras en mano, a poner paz. El negro tiene el ojo hinchado, también negro, y el egipcio gordito tiene ya la barba roja, empapada en sangre. Al amigo de este, pacificador frustrado, le han roto la chaqueta...
Parte el tren de la estación...
De haber dominado ambos la noble lengua del Catalán, nada de esto hubiera pasado. Tampoco con Franco. xDDD
Héctor J.Bernal [basado en hechos reales]
Los pasajeros bajan del tren destino Granollers y se amontonan pacientemente en el andén, a la espera de su turno para ascender por la escalera hacia el puente. Los más lentos se posicionan a la derecha, mientras el carril izquierdo queda libre a los briosos. Suena el cierre de puertas del tren.
Un negro acelerado se precipita sobre el andén desde la escalera, presto a coger el tren. Pese a no ser alto, su embergadura imponente, que asemeja un Marcellus Wallace samoano, le hace dificil avanzar entre el populacho. Repentinamente, alguien le barra el paso, produciéndose una colisión; Yusuf, horondo moro barbado, no se deja amilanar por un extraño, y no aparta su camino.
El samoano tropieza, y queda encarado con el árabe. Miradas violentas. El primero mascuya un sonido gutural, algo así como "¿qué pasa contigo?" cuya contestación no es sino un rugido "uuuh" del berebere.
Ipso facto, cual Zidane enfadado, le propina el negro un cabezazo. Chorrea sangre la nariz. La cena está servida.
Empieza un baile de derechazos, mientas futilmente un amigo del árabe intenta separarlos. Le abofetean la cara. Hay tortas para todos.
La gente empieza a apartarse con temor. Se embisten con fiereza, y el hombre de ébano da con sus huesos contra el tren, que aún no ha partido, mientras su maletín cae raudo a la vía, arrojando papelajos por toda la estación. Tras reponerse, Marcellus vuelve a la carga con su testa, sin duda su mejor arma ...tras varios guantazos y empujones, empieza el tambaleo macabra, propio de púgiles o animales heridos. Caen un par de viejas al suelo, y la gente intenta refugiarse de la trifulca tras la escalera. Alguien grita "seguridad". Nadie repara en las viejas. Los gritos se hacen populares, y se distingue un "te voy a matar" ... las viejas siguen en el suelo.
Otro minuto de caricias, y llega el Cuerpo de Servicio, porras en mano, a poner paz. El negro tiene el ojo hinchado, también negro, y el egipcio gordito tiene ya la barba roja, empapada en sangre. Al amigo de este, pacificador frustrado, le han roto la chaqueta...
Parte el tren de la estación...
De haber dominado ambos la noble lengua del Catalán, nada de esto hubiera pasado. Tampoco con Franco. xDDD
Héctor J.Bernal [basado en hechos reales]
1 comentario:
Dalai Lama, Martin Luther King, Roy Sesana, Rigoberta Menchú, Mahatma Gandhi...
Tots aquests estan molt lluny de dominar el català i tampoc vivien sota el règim de Franco.
Deixant de banda el seu inventor Kropotkin, t'ha quedat clar qui són els més grans pacifistes de la història?
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